El miedo a la muerte impide vacunar
En Totonicapán el 44 por ciento ha recibido una primera dosis de vacuna. Y el personal de salud ha sido objeto de agresiones.

Ana Ralac y María Tzun son dos enfermeras auxiliares designadas al Centro de Salud del municipio de Momostenango, en Totonicapán. En un día, caminaron más de 40 kilómetros para llegar a la aldea Pitzal. Llevaban mochila, agua para el recorrido, sombreros para cubrirse de los rayos de sol y termos con la vacuna. Pero esta última no fue aceptada por la mayoría.

“No nos dan una razón específica para no quererla, simplemente dicen no. El temor es constante al llegar a las comunidades porque no sabemos cómo van a reaccionar los pobladores”, asegura Racal. Además, no hay recursos asignados para pagar transporte hacia aldeas o comunidades alejadas.

A pesar de ello, el personal de salud hace lo posible por acercar la vacuna a los pobladores. Y se exponen a incidentes como el que sufrió Claudia Ixcamparij. A ella, al llegar a una comunidad cercana a Momostenango, que prefiere no mencionar para evitar represalias de los locales, la intentaron quemar. Logró salir, pero asegura que el episodio le ha afectado mucho a nivel sicológico. Sigue adelante a pesar del miedo, dice mientras prepara las mesas y la papelería dentro del edificio del centro de Salud para inmunizar a más personas.

Personal de salud en Totonicapán ha lidiado con agresiones cuando promociona la vacuna. Claudia Ixcamparij se salvó de ser quemada.

El equipo del distrito de salud de Momostenango ha enfrentado varios hechos violentos. Otro tuvo lugar en Zanjón. Se retuvo al personal que llegó a promover la vacuna. Los pobladores querían quemar las llantas del vehículo en que se conducían, y por ello, solicitaron apoyo de la Policía Nacional Civil, de Gobernación y del Área de Salud. Solo así fueron rescatados.

“Regresaron llorando después del incidente. Somos un equipo, somos una familia y duele que estén agrediendo a compañeros que están haciendo su trabajo”, cuenta Ariel Díaz, médico coordinador del distrito y que analiza medidas a tomar por otro hecho violento más reciente.

Este tuvo lugar poco después de que un equipo de dos personas hiciera promoción de casa en casa. Un grupo de jóvenes decidió vacunarse y poco después, llegó al centro de salud la madre de familia, quien agredió a patadas a una de ellas, a la vez que le exigía perdón por inmunizar a sus hijas.

“Estamos a la espera de una reunión con autoridades comunitarias y que ellos la convoquen previo a ser denunciada ante el Ministerio Público. Hemos tenido charlas sobre salud mental para apoyar al personal pero sobre asesoría legal estamos pendientes de saber qué recomiendan las autoridades del Ministerio de Salud”, enfatiza Díaz.

Detrás de estas agresiones, según el enfermero profesional Francisco Álvarez, puede haber una explicación general: las autoridades comunitarias no apoyaron los procesos de sensibilización de por qué era importante vacunarse ni estuvieron en las visitas de las viviendas y ello generó desconfianza.

En Momostenango, municipio de 94 mil 055 habitantes, han recibido una primera dosis el 46.4 por ciento de la población ha recibido la primera dosis, según datos del ministerio de Salud al 28 de marzo.

Uno de los pobladores con dos dosis es Francisco García Peruch, de 84 años y quien, según dice el letrero fuera de su vivienda, es fotógrafo internacional.

La familia de Francisco García le insistió que se vacunara. Él confía en el aguardiente como remedio casero cuando se enferma.

En el mostrador hay fotos que ha tomado a familias, retratos y actividades culturales. En ese mismo estante guarda dos hojas que comprueban que está vacunado. La primera dosis la recibió a pocos metros de su casa, en el salón municipal y la segunda, en el centro de salud.

Mientras muestra las cámaras que ha usado en sus 65 años de carrera, señala un rótulo que dice “cuidarse de omicron”, un mensaje para quienes llegan a su local.

“Me vacuné porque mis hijos insistieron, pero yo no me he enfermado. Este es mi verdadero remedio”, dice García mientras toma en su mano un octavo de aguardiente. “Me tomo uno diario y cualquier dolor o molestia que tenga, me lo quita”.

Ahora está a la espera de que lleguen a su local para aplicarse la tercera dosis, pero confía en que su “remedio” lo mantenga saludable.

Desinformación, sin campañas de información

En los centros y puestos de salud de Totonicapán que se adaptaron para vacunar no hay carteles informativos en idiomas mayas, todos son en español. El ministerio de Salud no realizó campañas de comunicación previas para conocer detalles de para qué servía o qué beneficios traía.

El Ministerio de Salud no realizó campañas de comunicación previas para conocer detalles de para qué servía o qué beneficios traía.

Los mensajes que el Gobierno de Guatemala traslada llegan por medio de redes sociales, pero, según el Censo 2018 aunque seis de cada 10 personas tienen un teléfono móvil, sólo el 29 por ciento tiene acceso a Internet.

Yuri Pérez, la enfermera a cargo del centro de vacunación de San Cristóbal, explica que a las personas que hablan k´iche o mam las atienden enfermeras que hablan estos idiomas, quienes traducen la información, principalmente sobre la carta de consentimiento que se firma previo a la inoculación.

Sara Ixcamparij de 66 años, quien no sabe leer ni escribir, llegó a este puesto para recibir la dosis de refuerzo de Moderna.

Decidió vacunarse porque a los cuatro meses desde que inició la pandemia, ella y su familia se enfermaron. Los huesos le dolían, explica mientras toca sus manos. También se cansaba y tenía dolores de cabeza. Hace unos meses volvió a tener el virus, pero asegura que fue como una gripe que no la imposibilitó.

“Me vacuné porque mi suegra de 100 años y mi mamá de 98 no quieren hacerlo”, cuenta. “Dicen que el medicamento las matará en tres años”.

Estas creencias también son un obstáculo para la vacunación, dice la educadora del centro de salud de Momostenango, Cesia Velásquez.

A Sara Ixcamparij ya le dio covid-19 pero decidió vacunarse porque cuida a su suegra de 100 años y su mamá de 98 que decidieron no hacerlo.

“Algunos pobladores me dijeron que tenían miedo porque en tres meses se iban a morir. Otros, que la vacuna los esteriliza. Y también, que esta es una estrategia del gobierno para perseguirlos porque lo que se implanta es un chip”.

Recalca que buscaron alianzas con distintas organizaciones para dar incentivos a las personas por vacunarse, pero no hubo respuesta.

“Si me vacuno me voy a morir y yo quiero vivir. La vacuna me va a enfermar”. Esta fue una respuesta que recibieron de un poblador en la aldea Patulul, cuenta.

Flor de María Vicente, enfermera del puesto de salud de Pueblo Viejo, responsabiliza a los memes y videos con información falsa que circulan en redes sociales que hacen creer que el biológico es dañino, una creencia difícil de cambiar.

Personal se siente abandonado

Con nuevas disposiciones que contemplan el regreso a clases, el personal de salud esperaba apoyo para fomentar la vacunación, pero la inmunización no es obligatoria, no hay mayor interés.

“El ministro (Francisco Coma) no está en las comunidades de terracería, en las que nos apedrean, nos quieren quemar y nos amenazan para que ya no lleguemos. Ahí es donde necesitamos apoyo”, dice una trabajadora de salud en Totonicapán que prefirió no ser identificada por temor a represalias.

El personal de salud esperaba el acompañamiento de autoridades comunitarias en este proceso. Y al consultarle a Geovani Rosales, presidente de la Junta Directiva de 48 Cantones sobre este tema, asegura que su estrategia es enseñar con el ejemplo.

Los puestos de vacunación, como este ubicado en el salón comunal, se mantienen vacíos en la cabecera departamental de Totonicapán.

“Por eso, toda la directiva se aplicó el refuerzo el 12 de febrero. Y estamos verificando que los alcaldes comunitarios se vacunen”, dice. “En nuestras redes sociales publicamos videos en español y un idioma maya para promover la vacuna”, agrega.

Hoy, el personal de salud de Totonicapán hace doble turno para cubrir los horarios ampliados en los puestos de vacunación. Algunos sitios están abiertos hasta las 19.00 horas, pero las sillas están casi siempre están vacías. Ellos siguen caminando, termos en mano, buscando, sin éxito casi siempre, más brazos que vacunar.