El reto — aún no superado — de vacunar a la mayoría
La utz awach. Si entiende k'iche' reconoció el hola. Si no, piense en quienes viven en áreas rurales cuando, en español, les dicen que acudan por su vacuna contra la covid-19.

“Faltan brazos para vacunar”. Sin más, el presidente, Alejandro Giammattei, endosó en varias oportunidades la responsabilidad a los guatemaltecos por los bajos índices de inmunización contra el coronavirus.

En los cinco municipios visitados en este especial, la mayor parte de la población es indígena. Todos están lejos de vacunar a siete de cada diez habitantes, la meta propuesta a nivel de país. Y no es porque falten los brazos.

En esos lugares, en términos generales, no se informó con pertinencia cultural a los comunitarios para convencerlos sobre los beneficios que podía representar recibir el biológico.

En otras palabras, al ministerio de Salud le faltó empatía. “Se precisaba generar confianza y no solo llegar e imponer”, señala Karin Slowing, cofundadora de Laboratorio de Datos. “Faltaron interlocutores que les hablaran en su idioma. Líderes comunitarios, religiosos, comadronas, maestros, los ajq'ij y ajkun (psicólogo y médico) a quienes la población busca”.

La comunicación sobre estos temas, históricamente, ha sido asimétrica, refuerza Alejandro Chan, experto en pueblos indígenas por la universidad Carlos III de Madrid y el Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y El Caribe (FILAC). Se menosprecia el conocimiento de la medicina tradicional y se impone la occidental cuando en Latinoamérica dos terceras partes de la población suple sus necesidades en salud con la primera, según datos de la Organización Mundial para la Salud (OMS/OPS).

“Falta un encuentro de saberes. La palabra tiene una importancia fundamental en ese proceso de decir la verdad”, insiste Chan. “El ministerio de Salud debió contextualizar y entablar una comunicación bilingüe sin miedo y con respeto”.

Sala de espera en el centro de atención permanente de Chisec, donde todos los carteles sobre la vacunación están en español. Foto: Oliver de Ros.

Asegurar que las personas indígenas no quieren vacunarse es falso, interpreta Mónica Berger después de dirigir la evaluación etnográfica “Perspectivas comunitarias de la pandemia de covid-19 en Guatemala”. Ella es directora de la Unidad de Antropología Médica del Centro de Estudios en Salud de la Universidad del Valle de Guatemala. Por encargo de la OPS, y en atención a una necesidad del ministerio de Salud, entre agosto y noviembre de 2021 recopiló información en 110 distritos municipales de 27 de las 29 direcciones de Áreas de Salud (DAS) de todo el país.

Su primera lectura es que Guatemala no es un país de generalidades. Hay lugares como Chisec, Alta Verapaz, donde la vacunación está por debajo del 25 % con esquema completo y no hay intención de sus pobladores de buscarla. Pero en otros, como San Marcos, demandan sus dosis y se sienten insatisfechos porque no logran la cobertura deseada.

Inyecciones que serán aplicadas en un centro de vacunación de Chisec, Alta Verapaz. Foto: Oliver de Ros

Ojoconmipisto viajó a Chisec, Alta Verapaz; Joyabaj, Quiché; San Pablo La Laguna, Sololá; San Martín Jilotepeque, Chimaltenango y a Totonicapán. Lo que vio coincide con el estudio dirigido por Berger.

No ha habido respeto, ni empatía, ni diálogo intercultural. “No se desarrolló un proceso que pasara por preguntarle al otro qué piensa sobre un problema común que afecta a todos. Ni tampoco se dialogó sobre cómo trabajar una acción conjunta donde la medicina occidental puede aportar a la medicina indígena y viceversa”, explica Chan.

Tan pequeños, tan diversos

La mejor respuesta de la población se tuvo en municipios urbanos donde la mayoría habla español. Según el tablero epidemiológico, en el Progreso, Jutiapa, ocho de cada diez personas en edad de recibir la vacuna tenían el esquema completo al 28 de marzo.

Cuando las dosis arribaron al país se vieron largas colas de personas frente a los centros de vacunación en Ciudad de Guatemala y cabeceras departamentales. Ese entusiasmo no se vio, ni por asomo, en los municipios más alejados de los centros urbanos y con más hablantes de idiomas mayas. En San Pablo la Laguna, Sololá, por ejemplo, uno de cada diez vecinos tiene dos vacunas.

El mayor reto de los salubristas ha sido intentar convencer para encontrar brazos.

“El ministerio de Salud elaboró una estrategia de información, sensibilización y divulgación”, dice Boris Barrios, coordinador de Comunicación Social. En un informe de labores, en que se evalúan las acciones emprendidas hasta el 22 de febrero, describen los materiales elaborados en los 25 idiomas que se hablan en el país.

Pero dio igual porque en las comunidades muchas personas no saben leer, además, las traducciones fueron demasiado académicas.

Rótulo colocado en el estudio de fotografía de Francisco García, ubicado en Momostenango, Totonicapán. Foto: Henry Josué Gonzalez

En Guatemala se habla español, xinca, garífuna y 22 idiomas mayas, los cuales tienen 150 variantes dialectales. El esfuerzo de Salud no se hizo acorde a la forma en cómo se habla en las comunidades, según interpretación de la antropóloga médica que dirigió el estudio encargado por la OPS.

“Pertinencia cultural significa explicar en palabras de estas personas los beneficios de vacunarse, cómo funciona, atender sus dudas, no solo pasar de un idioma a otro”, apunta la antropóloga Alejandra Colom.

La evaluación etnográfica   dirigida por Berger no incluyó si este rechazo afectará otros procesos de vacunación, como el de menores de edad con la pentavalente (difteria, tos ferina, tétanos, influenza tipo b y hepatitis B). Aunque en Chisec, el personal de Salud observa que los comunitarios empiezan a asociar la jeringa de otros componentes con la dosis anticovid-19.

Otra de las barreras tiene que ver con lo económico: buscar la vacuna implica gastar en transporte y perder los ingresos de un jornal. La situación se complica aún más si el horario de atención es reducido.

Por otra parte, la espera para destapar los viales es larga porque algunos frascos tienen hasta diez dosis y no los abren hasta reunir ese número de brazos.

“El ministerio de Salud amplió horarios de atención en algunos centros de vacunación los cuales ya reportan cien por ciento en primeras dosis aplicadas”, comparte Susana Roca, jefa de prensa de Salud.

El tablero epidemiológico muestra que estamos muy por debajo del 70 por ciento de personas vacunadas, la meta a nivel mundial para lograr la inmunidad de rebaño. A ese reto se suma el anuncio del ministerio de Salud de incluir a los niños de seis a once años.

Pero enderezar el camino es posible, opina Chan, el experto en pueblos indígenas, siempre que se propicie ese encuentro de saberes a través de líderes comunitarios. Ese es el camino para lograr vacunar los brazos que hacen falta.