Los tres obstáculos que detienen
la vacunación
San Martín Jilotepeque es el municipio más grande en territorio de Chimaltenango y el tercero en habitantes. También es uno de los que menos ha vacunado contra la covid-19.

El punto de vacunación de San Martín Jilotepeque, Chimaltenango, ubicado en el centro de salud, abre sus puertas a las 8 de la mañana. En los toldos dispuestos en el patio los vecinos pueden elegir entre las cuatro disponibles en el país –Pfizer, Moderna, AstraZeneca o Sputnik V–, cuál quieren recibir.

En el casco urbano pareciera que las jornadas de inoculación fluyen a buen ritmo, pero un poco más lejos, el panorama es diferente. En la vasta superficie territorial del municipio (373 kilómetros cuadrados), en los que se esparcen 148 comunidades entre aldeas, caseríos y parajes, habitan 92 mil 103 personas, según datos del INE, la mayor parte maya kaqchikel.

El personal de Salud debe distribuirse y abarcar lo más que pueda. Esto significa que un auxiliar de enfermería cubre dos, tres o hasta cuatro comunidades por su cuenta, recorre de tres a 20 kilómetros por caminos de terracería y algunos cortos tramos asfaltados. Desplazarse le tomará entre una hora y media o dos. La mayoría lo hace en moto. Con la pandemia sus labores se incrementaron, no solo deben atender covid-19, sino también los 10 programas de atención primaria que les exige el ministerio de Salud.

A ello se suma la negativa de los vecinos a la vacuna por distintos motivos, que van desde lo religioso, el miedo a una posible esterilización o la implantación de chips, entre otros bulos.

Datos del centro de salud del municipio muestran que el 78 por ciento de los habitantes del casco urbano tienen el esquema completo, sin embargo, solo representan el 15 por ciento del total de la población de San Martín. El resto vive en el área rural.

Hasta el 28 de marzo de 2022, San Martín Jilotepeque reportó que de las 69 mil 927 personas mayores de 12 años, solo el 48.6 por ciento de su población, o sea 34 mil 14 habitantes, se inyectó el esquema completo. Al menos el 62.5 por ciento tiene la primera dosis y 14.9 por ciento el refuerzo.

Las campañas y la desinformación

Yhojana Sotz, jefa de enfermería del centro de salud, menciona que han ejecutado diferentes campañas para invitar a los sanmartinecos a vacunarse. Realizaron ya microconcentraciones en los diferentes barrios del municipio. También instalaron puestos en centros educativos para atender a los adolescentes. Han regalado bolsas con 20 libras de arroz donadas por Taiwán. Y en las comunidades visitan casa por casa.

El 11 de marzo de 2021 empezó la vacunación en el país, en las comunidades de San Martín las dosis empezaron a llegar hasta agosto. La Sputnik V es la menos solicitada por las restricciones que tiene en otros países. Es un municipio con mucha población migrante.

Aun así no ha sido suficiente, los rumores contra la vacuna persisten. “Uno les explica qué es, cuál es la reacción, se les muestra que es una solución que tiene un anticuerpo que se activa en su ADN para que reconozca la enfermedad”, señala. Sotz menciona que algunas personas tienen miedo de aplicarse la segunda dosis por los efectos que sufrieron con la primera dosis, en especial los que recibieron Moderna.

También se han valido de la radio y la televisión, pero solo llega al casco urbano, en el que vive el 15 por ciento de los habitantes. En las redes sociales, el Centro de Operaciones de Emergencia (COE) da información escasa y no actualizada, la página de la municipalidad tampoco la comparte.

Hasta enero el centro de salud había recibido 74 mil 644 dosis de las cuatro vacunas. Las más populares o las que más buscan los migrantes que viajan a Canadá para trabajar en campos de cultivo, por ejemplo, son Pfizer y Moderna. Problemas de desabastecimiento no hay, dice Sotz, pero por muchas campañas que emprenden el proceso sigue lento.

La hoja de rechazo

Ante las constantes negativas de los vecinos a vacunarse, el ministerio de Salud implementó las “hojas de rechazo”. Es un documento en el que las personas aceptan que no recibirán la vacuna luego de haber sido informadas sobre los beneficios de inocularse y las consecuencias de no hacerlo en caso de contraer el virus. Después de insistir en varias ocasiones (tres en el caso de San Martín), les piden que firmen la hoja para ya no volver.

También se la dan a los que no aceptan la Sputnik V. “La gente dice ‘Esa vacuna, no gracias. No puedo viajar o no la aceptan en otro país’”. En esos casos, el personal pide que firmen el documento y luego ofrecen Pfizer o Moderna.

La enfermera muestra las hojas de rechazo firmadas o con huellas impresas por algunas comadronas que no se quisieron vacunar. No ofrece información sobre el total que tienen hasta ahora. Sotz considera que no deberían existir, pero debido a la cantidad de personas que no se quieren vacunar deben llenarlas como respaldo.

De la población mayor de cuatro años, el 20.7 por ciento no tiene ningún nivel educativo. Y de los mayores de siete solo el 8.3 por ciento tiene acceso a internet, según datos del Censo 2018. La persona puede firmar o colocar su huella digital para constatar que recibió la dosis.

La lejanía

Para llegar a las comunidades el centro de salud solo cuenta con un vehículo y un piloto. La trabajadora social solicita ayuda –vehículos– en los distintos bancos y cooperativas locales para transportar las vacunas y los demás insumos y medicamentos.

Una semana antes anuncian la jornada y en caso de que ese día no haya concurrencia, salen de casa en casa con las dosis para inocular.

En la aldea Chi Armira, a tres kilómetros del centro, atiende el auxiliar de enfermería Elmer Chapén. El viernes 11 de febrero está listo con las dosis, pero es casi mediodía y no ha llegado al mínimo para abrir un frasco de la vacuna, necesita al menos seis pacientes. Solo puede tomar datos y esperar a que lleguen más. “En caso de que no los juntemos yo los programo para otro día y los llamo”, indica. “No hay vacunación todos los días porque no hay personal a diario”, continúa.

Además de esta aldea tiene a su cargo los tres caseríos alrededor. Hasta ahora ha vacunado a 450 personas de la comunidad de 2 mil 500 aproximadamente, muchos optan por ir al centro de salud para no esperar a una de las tres jornadas mensuales.

Cada día de vacunación, Chapén debe enviar la información de las dosis administradas por medio de un grupo de WhatsApp, en el que todo el personal reporta diariamente. Cuando reúne una cantidad considerable de vacunados lleva los documentos al centro de salud para que los digitadores suban la información al Sistema de Información Gerencial de Salud (SIGSA), que se refleja en el tablero de datos de covid del Ministerio.

¿Trabajo o me vacuno?

En Pacoxpon, a nueve kilómetros de distancia del casco urbano por camino de terracería, los pobladores hacen cola en el patio del Centro de Convergencia desde las 5 de la mañana. En ella hay vecinos de diferentes edades que van por su primera, segunda y tercera dosis.

Luz María Cor Álvarez llega con su bebé en la espalda luego de negarse durante varios meses a asistir. No lo había hecho por los rumores que escuchaba, tenía miedo de que afectara su embarazo. Su esposo e hijo, quienes ya tienen las dos dosis, la animaron a que lo hiciera. Pero no ha sido su único obstáculo, es ama de casa y debe atender a sus hijos. Ese día mandó a uno a hacer cola desde las 5:30 am. Ella llegó a las 7, pero se queja de que aunque ya es mediodía solo le han pedido el DPI. El clima es abrasador y no hay dónde resguardarse.

“Después de haber sido informado de los riesgos y beneficios [...] manifiesto mi rechazo a la administración de la vacuna contra covid-19, asumiendo la responsabilidad y riesgo existente de enfermar y transmitir a todos mis contactos”, reza la hoja de rechazo que el personal hace firmar a quienes se niegan a inocularse.

“He dejado a mis chiquitos en la casa y sin desayuno, tengo mucha ocupación. No quiero regresar otro día, por eso estoy esperando”, relata. Quería también vacunar a sus dos hijos menores, pero no llevan la vacuna específica, tendrán que esperar a otra convocatoria.

Para llegar muchos tuvieron que caminar largas distancias o pagar transporte. Una señora pide que se le atienda antes de mediodía, el vehículo que contrató le cobrará Q100 más de pasarse de la hora acordada. La distancia y el tiempo son factores que desmotivan a los habitantes a asistir.

En el centro hay cinco trabajadores de Salud atendiendo. El encargado, Hugo Xalín Tejax, cuenta las carencias que han enfrentado. Refutar la desinformación que circula les sigue tomando tiempo, como les ha pasado en todas las comunidades. Pero fueron las primeras muertes por covid lo que motivó a los vecinos a vacunarse, dice. Al 28 de marzo de 2022, se han registrado 34 fallecimientos.

Los días de vacunación el personal se desentiende por completo de los otros servicios de salud. Xalín debería atender solo, pero por la cantidad de asistentes sería imposible recibir a más de 100 en una jornada. “Están dos compañeras, que también tienen una aldea a su cargo, pero nos ayudamos porque hay que llenar mucha papelería”, remarca.

Tiene nueve años de trabajar en la misma comunidad y nunca han asignado más personal. El ministerio les pide el cumplimiento al 100 por ciento de todos los programas, pero solo logra entre el 75 y 80 por ciento de la meta.

Desde el inicio de la pandemia la vacunación contra otras enfermedades a menores de cinco años se retrasó. También lleva el control a embarazadas, peso y talla de niños, consulta general y cualquier emergencia que se presente. En total son diez programas los que debe cumplir a cabalidad, en esta y los otros lugares a su cargo. A la comunidad nunca llegan médicos, son los auxiliares de enfermería como él quienes atienden las consultas y realizan los diagnósticos.

Las personas de la tercera edad son las que más se han vacunado en San Martín, alrededor de un 53 por ciento. Por otro lado, la inoculación a adolescentes apenas alcanza el 38 por ciento.

Campañas y logística

Al consultorio del médico y vecino Miguel Ángel Car llegan vecinos que no quieren vacunarse por los temores mencionados. Critica a Salud por no contar con campañas adecuadas. "No hubo una buena en kaqchikel" dice. El proceso para inscribirse también es parte del problema. "A la gente le pareció muy engorroso", se queja.

Al inicio muchos se fueron a vacunar fuera del municipio, a la capital y otros pueblos donde era más ágil, como a El Tejar, que reporta ya más del 89 por ciento con las dos dosis.

En Pacoxpon vacunan tres veces al mes. En promedio acuden 150 personas por jornada a las que hacen firmar tres documentos: el primero con los datos del paciente, la segunda con la información de la vacuna y jeringa, y la tercera, el consentimiento y la entrega del carné.

A su parecer, el centro de salud no es apto para la vacunación. "Se formaban colas de tres o cuatro cuadras en un área transitada por camiones y camionetas". Era más adecuado hacerlo en centros educativos o el campo de fútbol, pero las autoridades argumentaron que por los refrigeradores sería complicado. Por último, menciona que aunque ahora el centro ha extendido sus días y horarios, la población no se acerca por su trabajo.

Hasta el 28 de marzo de 2022, San Martín Jilotepeque reportaba 2 mil 1 casos positivos. El último semáforo epidemiológico lo situó en rojo, según los nuevos criterios que toman en cuenta el porcentaje de vacunados, con esquema completo. Cambiar esos números dependerá de la agilización del Ministerio de Salud y que tome en cuenta las demandas del personal de Salud. Así como una adecuada campaña con la información necesaria para incentivar a la vacunación a las comunidades indígenas para no llenar estantes con hojas de rechazo.